Boca volvió a perder. Esta vez, fue un 2-0 contra Belgrano en Córdoba, por la Liga Profesional de Fútbol. La tercera derrota seguida, después de las sufridas contra Racing en Avellaneda y River en La Bombonera, detonó la situación: el director técnico Diego Martínez renunció al rato de una nueva producción bajísima del equipo al que diseñó por todo lo que transcurrió de 2024. El entrenador había estado en el ojo de la tormenta de críticas luego del 0-1 en el superclásico, pero tras una reunión con el Consejo de Fútbol quedó ratificado por un partido más. Ese partido fue el de este sábado, Boca no mostró mejoras y Martínez anunció en la rueda de prensa su dimisión. Belgrano le había dado otro cachetazo, que bien pudo ser más fuerte que un 2-0. “Es el desafío más importante de mi carrera”, había dicho Martínez el 5 de enero, cuando dio su primera conferencia de prensa como DT de Boca. A pura sonrisa, firmó su contrato hasta diciembre de 2025 y posó con una camiseta xeneize junto al presidente, Juan Román Riquelme, y Raúl Cascini, empleado del club e integrante del Consejo de Fútbol. Hasta este sábado pasaron apenas 267 días y las sonrisas ya no eran frecuentes en los rostros de los tres protagonistas de aquella postal veraniega. El entusiasmo que siempre ofrecen los nuevos proyectos fue diluyéndose en estos casi nueve meses. La juventud y la propuesta audaz del quinto entrenador que eligió Riquelme desde que asumió como máximo responsable del Departamento de Fútbol de Boca fueron un imán al analizar al sucesor de Jorge Almirón, que se había desvinculado luego de perder la final de la Copa Libertadores 2023 ante Fluminense en el Maracaná. El ciclo Martínez tuvo momentos buenos y otros demasiado preocupantes. Si bien es cierto que el calendario apretado, como consecuencia de la Copa América, fue impiadoso en el comienzo (en febrero se jugaron las primeras 7 fechas de la Copa de la Liga), ese problema lo tuvieron todos los equipos. Luego de un flojo comienzo, el nuevo DT dio la talla ante River en el Monumental, en lo que fue su primer gran examen. Después de varios años en los que Boca visitó a su rival con un planteo más expectante, con Martínez el equipo salió a jugar y a buscar ser protagonista desde el primer minuto. El desarrollo fue parejo y el encuentro terminó 1 a 1 ante un público riverplatense que exhibió su descontento con Demichelis con silbidos de desaprobación. Muy elogioso con sus dirigidos, por momentos al punto de empalagar con sus palabras, sorprendió desde el primer momento con sus frases sobre el juvenil Jabes Saralegui. Le dio ritmo y varios minutos de acción, pero luego lo fue postergando en detrimento de nombres más experimentados. Vale destacar que Boca había encontrado en el trinomio Medina, Equi Fernández y Zenón a un mediocampo muy bueno, que se potenciaba con Pol Fernández (aun con sus intermitencias) y que Martínez debió reestructurar esa zona cuando a comienzos de su ciclo no pudo contar con ellos (por el Preolímpico), ni tampoco en la pretemporada invernal, por la competencia en los Juegos realizados en París. A diferencia de Almirón, el entrenador pudo formar parte del debate que suele darse en los clubes a comienzo de año, cuando se determina a quién incorporar. En enero llegaron a Boca tres hombres que se ganaron la titularidad casi automáticamente: Cristian Lema, Lautaro Blanco y Zenón. Los tres se adaptaron casi de inmediato a una camiseta que suele decirse que pesa más que otras. Si hubiera que enumerar en cuántos partidos Boca jugó realmente bien, el superclásico con River en Córdoba, por los cuartos de final de la Copa de la Liga, podría ocupar el primer lugar. Por contexto, por rival y por propuesta futbolística. Al mismo tiempo, quizás esa haya sido la cima del rendimiento del equipo. Una llamativa bisagra en la cual en lugar de terminar de despegar, volvió a carretear y entró en un subibaja de rendimiento. De hecho, el partido siguiente contra Estudiantes (semifinal) también fue muy bueno. Sin embargo, cuando todo parecía encaminarse para que Boca juegue la final del torneo, una torpeza de Lema al querer despejar con el pie una pelota aérea en el corazón del área y el consecuente penal, empate y eliminación por penales ante el Pincha, fue el comienzo del derrumbe. La sensación de que al plantel y al cuerpo técnico le costaba coronar la propuesta con un título empezó a pesar en todos. Eso, sumado a una llamativa falta de estado físico y a inoportunas lesiones, derivó en un caldo de cultivo del que el DT no pudo salir. A diferencia de otros colegas, Martínez tampoco pudo aprovechar el viento de cola que tenía Boca en las definiciones por penales. Tras las grandes actuaciones de Agustín Rossi y Sergio Romero en esos desempates, este año Chiquito no ofreció las mismas respuestas y el xeneize lo sufrió ante el Pincha y frente a Cruzeiro, por la Copa Sudamericana. Tanto lo padeció que incluso pareció exagerada la manera de celebrar que tuvo el DT, arrodillado y al borde del colapso, luego de superar a Talleres por penales, por los octavos de final de la Copa Argentina. En el plano internacional tampoco el balance tampoco es bueno. El hecho de disputar la Sudamericana como premio consuelo a no haberse clasificado a la Libertadores de este año permitía imaginar en enero un escenario de menos histeria entre los hinchas, obsesionados con “la séptima”. Lejos de eso, el equipo tuvo altibajos en la etapa de grupos, donde enfrentó a dos rivales de menor envergadura (Sportivo Trinidense, de Paraguay, y Nacional Potosí, de Bolivia) y a Fortaleza, de Brasil. Otro gran error conceptual del equipo de Martínez fue justamente contra el conjunto brasileño. Debía ganarle en la Bombonera para buscar la clasificación directa a octavos como líder de su zona y estando 1 a 0 en ventaja sus dos zagueros fueron a cabecear un […]